martes, 29 de enero de 2013

Roma, la Ciudad Eterna (2ª parte)


Seguimos recorriendo la Cittá Eterna en nuestro segundo día, que fue el más intenso y en el que tuvimos mejor tiempo. Después de desayunar tempranito, nos pusimos en marcha hacia el Coliseo y el Foro Romano. Por el camino, pasamos por las Termas de Trajano y por la iglesia San Pietro in Vincoli, donde se encuentra el Moisés de Miguel Ángel.
Las Termas de Trajano, construidas a partir de 104, fueron una gigantesca estructura de baños termales de la Antigua Roma. Al igual que las termas de Tito, estas instalaciones estaban ubicadas sobre parte de lo que fue el palacio dorado de Nerón (Domus Aurea).



El Moisés es una escultura de mármol blanco, obra de Miguel Ángel, realizada en 1509. Está centrada en la figura bíblica de Moisés. Originariamente concebida para la tumba del papa Julio II en la Basílica de San Pedro, el Moisés y la tumba se colocaron finalmente en la iglesia menor de San Pietro in Vincoli, en la zona del Esquilino, tras la muerte del papa. La familia della Rovere, de la que el papa procedía, fueron los mecenas de esta iglesia, y el mismo papa había sido cardenal titular antes de su nombramiento como representante del Vaticano.
Miguel Ángel pensaba que el Moisés era su creación más realista. La leyenda cuenta que, al acabarlo, el artista golpeó la rodilla derecha de la estatua y le dijo "¿porque no me hablas?", sintiendo que la única cosa que faltaba por extraer del mármol era la propia vida. En la rodilla se puede encontrar la marca de Miguel Ángel al golpear a su Moisés.


Símbolo de la eternidad de Roma, el Coliseo o Anfiteatro Flavio, como era conocido en época clásica, te transportará como pocos monumentos al esplendor de la Roma Imperial. Su arquitectura casi perfecta le ha permitido subsistir 2.000 años a pesar de los incendios, terremotos y los sistemáticos saqueos que ha sufrido a lo largo de la historia.
El mayor anfiteatro del mundo se levantaba en el corazón de la Antigua Roma. El emperador Vespasiano lo hizo construir en el lugar que ocupaba un gran estanque de la mansión de Nerón, para borrar de este modo la memoria de su odiado predecesor.
La visita al interior permite contemplar las galerías, gradas, escalinatas, el espacio de la arena, con los subterráneos al descubierto... pero sobre todo hace revivir los espectáculos del mundo antiguo de modo muy intenso.




Fue mandado construir por Vespasiano en el año 72 d.C., e inaugurado por Tito en el 80 d.C., tras celebrar una serie de fastuosas ceremonias y espectáculos que duraron 100 días durante los cuales tuvieron lugar luchas a muerte de gladiadores, peleas de animales salvajes y la entrada fue gratuita para toda la población. El Coliseo puede albergar casi 55.000 espectadores que entraban por 80 bocanas y que eran conducidos por pasillos hasta las 160 bocas de donde se llegaban a las gradas. Entre los siglos V y VI se prohibieron las luchas de gladiadores y de animales salvajes y en el siglo XIII el Coliseo se convierte en fortaleza. El último espectáculo que albergó el Coliseo del que se tiene noticia es en el año 523 bajo la orden del rey godo Teodorico. Posteriormente el Anfiteatro fue abandonado, e incluso parte de sus piedras, como la de tantos otros edificios históricos de los Foros Imperiales, se utilizaron como canteras para otros edificios más modernos. Fue sólo a finales del siglo XIX cuando se excavó la estructura bajo la arena y volvió a ser símbolo de la gloria de Roma.





El Coliseo de Roma es la muestra del inmenso poder de una ciudad sobre un vasto Imperio que se extendía hasta los límites de Oriente, que unió Este y Oeste. El Coliseo es hoy la admiración del mundo entero miles de años después de su construcción, momento que representara la época dorada para Roma. Allí, entre los famosos arcos del anfiteatro, antes la vista de miles de espectadores, se llevaban a cabo los juegos que entretenían a una sociedad ufana y sabedora de su grandeza. A la historia pasaron los gladiadores, hombres marcados por sus luchas en la arena, sus enfrentamientos con leones y la ruda realidad de esta brutal forma de diversión aún sorprende y asombra a los visitantes.




El monumento se eleva más de 50 metros de altura y cuenta con casi 188 metros de diámetro por su lado mayor y 156 por el eje menor. El Coliseo Romano fue declarado una de las Siete Maravillas del Mundo en el 2007 y desde entonces es uno de los monumentos más visitados de Europa y del mundo.