Y nos queda la recta final de nuestro viaje por Roma, aunque tendrían
cabida muchos más post, porque sin duda es un Ciudad Eterna.
La ruta de hoy comienza en Piazza Venezia, que es un importante nudo de
tráfico en el corazón mismo de la ciudad. Está presidida por el enorme y controvertido
Monumento a Vittorio Emanuele II, levantado para honrar a la patria después de
la reunificación italiana. Para poder construirlo se tuvo que trasladar un
cuerpo entero del Palacio de Venecia, destruyendo así una de las últimas plazas
renacentistas que quedaban en Roma.
Además del vistoso Vittoriano, la Plaza está cerrada por el Palazzo di
Venezia y por un edificio construido en el siglo XX en simetría con este
último. Enfilando exactamente la gran mole blanca se encuentra la famosa Vía
del Corso, en cuyo extremo opuesto se vislumbra el obelisco de Piazza del
Popolo.
Este monumento alberga la tumba al soldado desconocido. Desde 1921 el
monumento acoge los restos de un soldado sin identificar, muerto en la Primera
Guerra Mundial, en representación de todos los caídos por la patria. En la
terraza más cercana a la calle hay dos pebeteros con una llama que nunca se
extingue y dos soldados hacen guardia permanentemente junto a la tumba.
Seguimos ahora por la Basílica de Santa María Mayor, se trata de una
verdadera reliquia del siglo V. Es la única de las cuatro basílicas mayores de
Roma (las otras son San Pedro, Letrán y San Pablo Extramuros) que conserva su
planta paleocristiana intacta, aunque ha sufrido numerosos añadidos a lo largo
de los siglos.
Su historia está ligada a una conocida leyenda: cuentan que la propia
Virgen señaló la ubicación de la basílica haciendo caer una copiosa nevada
sobre la colina del Esquilino en pleno mes de agosto, y que el Papa Liberio, en
presencia de los fieles congregados por el prodigio, trazó sobre la nieve el
perímetro de la basílica. Es el origen de la conocida advocación de la Virgen
Blanca o Virgen de las Nieves, muy difundida por todo el mundo.
Santa María Mayor es el primer templo cristiano dedicado a la Virgen.
Su origen se remonta al Concilio de Éfeso (año 431), que sancionó la maternidad
divina de María, tema sobre el que gira toda la iconografía del templo.
En mis anteriores visitas a Roma había disfrutado mucho del ambiente de
La Plaza de España, uno de los lugares mágicos de Roma. Sin embargo, en esta
ocasión, el tiempo no acompañó y la lluvia hizo acto de presencia.
La Piazza di Spagna posee una monumental escalinata, realizada en el
siglo XVIII a costa de la corona de Francia, constituye un grandioso escenario
que la convierte en uno de los lugares más concurridos y animados de la ciudad.
Cuando se contempla vacía, en cambio, se tiene la sensación de haber entrado en
un teatro a la hora equivocada.
El nombre de la Plaza se debe a la embajada de España ante la Santa
Sede, instalada en un palacio de la parte baja de la colina desde el siglo
XVII. La parte alta, en cambio, donde se encuentra la iglesia de Trinità dei
Monti con su doble campanario, era dominio de Francia, y durante siglos toda la
zona fue escenario feroces luchas entre ambas monarquías.
La Piazza del Popolo está ubicada en el extremo Norte de la ciudad y ha
sido, desde la Antigüedad, la puerta de Roma por excelencia. Desde ella partía
la Via Flaminia, que conectaba la urbe con el resto del continente. Durante
toda la Edad Media y Moderna continuó desempeñando este mismo papel. Sólo
empezó a perder importancia en el siglo XIX, con la construcción de la Estación
Termini (1867) y el desarrollo del ferrocarril como medio de transporte.
Uno de los principales motivos que atrae a los viajeros a Piazza del
Popolo es poder contemplar los dos magníficos Caravaggios de Santa María del
Popolo. Un pequeño museo, que alberga muchas obras renacentistas de primer
orden, realizadas entre finales del siglo XV y comienzos del XVI.
Cerca de la Piazza del Popolo encontramos el Ara Pacis, uno de los
mejores ejemplos de estatuaria clásica romana. Se trata de un altar construido
el año 9 a.C., por voluntad del Senado, para celebrar la Pax Augusta, la
pacificación definitiva de todos los territorios por obra de Augusto: la época
más feliz de la historia de Roma. Todos los años celebraban en él un sacrificio
los magistrados de Roma, los sacerdotes y las vírgenes vestales. El altar tuvo
corta vida. Edificado en la zona llana de la ciudad, las frecuentes crecidas
del río terminaron por anegarlo. El monumento quedó sumergido en el lodo y su
memoria se perdió durante más de un milenio. En el siglo XVI aparecieron
algunos vestigios, pero no fue hasta el XIX cuando se localizaron, de modo
casual, la mayor parte de sus restos. En el año 1938, para celebrar el
bimilenario del nacimiento de Augusto, el gobierno de Mussolini decidió la
reconstrucción del altar, recomponiendo todos sus fragmentos. El altar, al que
se accede por una escalinata, se encuentra rodeado por cuatro paneles, que lo
protegen como si fuera un cofre descubierto. Tanto los lados internos como
externos de estos paneles están adornados con bajorelieves. El más famoso de
ellos representa una comitiva en la que aparecen el propio Augusto y muchos
miembros de la familia imperial. Todo este conjunto, una gran ‘caja’ de 10 x 11
metros, se encuentra dentro de un moderno edificio, el Museo del Ara Pacis,
construido recientemente para protegerlo de la contaminación que amenazaba con
arruinarlo.
Continuamos por el Panteón, se trata de uno de los monumentos mejor
conservados de la Antigua Roma. Contemplar sus severas formas clásicas
conviviendo con normalidad con edificios de la ciudad moderna produce una
extraña sensación de anacronismo.
El Panteón fue el primer edificio clásico transformado en iglesia: en
el año 608, el emperador bizantino Focas (dueño de Roma en aquel momento) se lo
ofreció al Papa Bonifacio IV. De este modo, el antiguo templo dedicado “a todos
los dioses de Roma” se convirtió en la iglesia de Santa Maria ad martyres,
dedicada a los mártires de las persecuciones. Una enorme cantidad de huesos
procedentes de todas las Catacumbas de Roma fue trasladada a la nueva iglesia.
El Panteón constituye una de las cumbres de la arquitectura romana,
perfecto en el equilibrio y armonía de sus formas y en su impecable
construcción. Hoy, además de seguir siendo una iglesia con culto, el monumento
cumple la función de panteón real. Contiene las tumbas de los dos primeros
reyes de la Italia unificada, y también la tumba del insigne pintor
renacentista Rafael.
Si tienes la suerte de estar en Roma el 21 de junio, durante el
solsticio de verano (cuando el sol alcanza su cenit), no dejes de pasar por el
Panteón a las 12 del mediodía, para ver el haz de luz penetrar
perpendicularmente en el templo.
Y el broche de oro a nuestro periplo por Roma lo ponemos con la visita
a La Fontana di Trevi la fuente más monumental de Roma y una de las más
hermosas del mundo. La historia de esta fuente se remonta a los tiempos del
emperador Augusto. Según la leyenda, fue una misteriosa doncella la que indicó
al general Agripa el emplazamiento del manantial, en las afueras de Roma. Para
traer el agua a la ciudad, Agripa construyó un acueducto (terminado el año 19
a.C.), que en honor de la doncella se llamó Acqua Virgo.
La monumental fuente fue construida en el siglo XVIII por un hombre
casi desconocido, llamado Nicola Salvi, que sorprendió a todos con este diseño
asombroso. Los trabajos para su construcción se prolongaron durante 30 años y
acabaron arruinando la escasa salud de Salvi, que murió sin poder acometer
otros proyectos y sin ver terminada su obra.
Una de las características destacadas de la Fontana di Trevi es el
contraste entre la monumentalidad de la fuente y la estrechez de la plaza en
que se encuentra: tan escondida entre callejuelas que cuesta trabajo
encontrarla.
Existe la costumbre de tirar una moneda a la fuente con el objetivo de
volver a Roma, yo así lo hice las anteriores ocasiones y he vuelto a la Ciudad
Eterna. Esta vez, también lancé una moneda….
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